Con los buenos
ratos, la vida se nos va entre lo que nos dicen que tenemos que vivir y lo que
realmente vivimos. Que si estudias y te gradúas, que si te emparejas y te casas,
que si tienes hijos y así va la vida, nos van preguntando qué es lo próximo por
hacer y poco importa lo que estamos haciendo. Con tanto preguntar parece que
ser feliz no radica en lo que haces actualmente si no en lo que estás por
hacer. Nunca es suficiente, lo de hoy ya fue, qué será mañana.
Lo que
importa es lo que vivamos nosotros, la vida se vive en primera persona y por
mucho que nuestros seres queridos y cercanos estén pendientes de nuestra evolución,
no podemos permitir que aquellos sean definitivos en nuestro hacer y proceder.
Que te tienes
que ir del país, que te tienes que quedar, que te tienes que casar aquí o allá,
que tienes que tener hijos si o si, que tienes que hacer esto o aquello porque
si no, no estas viviendo. ¿De verdad?
Así como
con lo bueno, va con lo contrario, es decir, al revés, pero todo lo contrario.
Con los
malos ratos, también pareciera que tenemos que vivir nosotros aquellas dificultades
que otros intentan explicarnos o mostrarnos para evitarlas. Y claro que sería
mejor aprovechar el consejo ajeno para evitar transitar los malos ratos, pero
una vez más, el ser humano parece que necesita vivir en primera persona esas
dificultades.
Dios, la
virgen o quien usted tenga puesta sus creencias, les evite esos malos ratos,
pero si los vive, trate de aprender. Nos encanta darnos con la misma piedra
varias veces.
Ahí está la
grandilocuente incoherencia del ser humano, para lo bueno nos cuesta vivir lo
nuestro porque nos acostumbramos a dejar que los demás nos digan que hacer. Pero
con lo malo, vaya mi compadre, aunque nos digan por activa o por pasiva que
hacer, preferimos darnos con la misma piedra tantas veces sea necesario.
Los que se
inventaron estas millones de historias deben estar cansando de reírse ante lo
que hacemos y lo que dejamos de hacer. Mi humilde sugerencia, viva todo en primera
persona, disfrute lo bueno y aprenda de lo malo, repita lo bueno – si aplica –
pero evite repetir lo malo.
Felices
fiestas, las que celebren, que el vente veinte sea de alegría, crecimiento y
felicidad. Nos vemos, gracias por leer y sumar.