(Carta original del lunes 13 de febrero de 2012)
El pasado y el futuro se encontraron, porque siempre se habla de ellos y ellos pocas veces pueden expresarse, recuerden uno fue y el otro será, ninguno es. El pasado con aquello de que éramos felices y no lo sabíamos le hacía saber al futuro que más allá de que las cosas mejoren, lo que se vivió fue infinitamente mejor, porque entonces aunque habían menos facilidades las cosas eran sencillas y la gente en lo particular no se complicaba tanto.
El futuro reposta y señala que lo que viene siempre es mejor, porque lo que está por pasar es la oportunidad de volver a empezar, o mejor aún, de empezar. El futuro, con aquello de que cada día se inventan miles de artefactos con los que nos facilitamos la vida, se agranda con eso de que lo que viene genera expectativa, ilusión y esperanza, el pasado solo puede generar molestia y para eso mejor ni recordar.
Se inicia el típico toma y dame entre el pasado y el futuro, lo que vivimos y de lo que nos sentimos orgullosos versus lo que viviremos y lo que sentimos podemos hacer o podemos llegar a hacer aunque en el intento ni tan siquiera nos acerquemos. También se enfrentan lo que nunca se pudo con lo que nunca se podrá, y en esa guerra que se dirime entre la mente y el corazón nos pasamos buena parte de la vida sin pensar en que el que decide, el que vive, el que hace o deshace, es el presente.
Y cuando el presente entra en escena, pasado y futuro se vuelven ángel y demonio, o al revés, demonio y ángel, pero cada uno se contrapone para que cuando el presente actúe lo haga influenciado por el pasado o el futuro según convenga.
Entonces el presente, o nosotros mismos, estamos como perdidos, como delante de un laberinto que sabemos a dónde va pero no sabemos cómo atravesarlo; el pasado diciéndonos que lo de antes fue mejor y que lo que no se pudo el futuro no podrá, y el futuro diciendo que por el pasado no se está donde se quisiera y que si es por él estaríamos aún más lejos.
El mensaje aunque obvio, no suele llegar a donde debería, porque pasado y futuro siempre asumen la posición en la que la culpa juega su papel y no nos llegamos a sentir a gusto como deberíamos, como merecemos, como podemos.
Ayer, ayer quedo, y mañana ya vendrá, el ahora, este momento es la oportunidad perenne de crecer, mejorar, luchar y definitivamente de ser feliz, esa constante búsqueda sin sentido cuando descubrimos que en nosotros está el secreto de ser feliz.
El pasado y el futuro no solo se encontraron ahora, siempre lo hacen, y hay que dejar que lo hagan, nosotros a lo nuestro, a vivir, a armarse de cariño para valorar a los que tenemos, a los que necesitamos y sobre todo a los que nos necesitan. Mientras pasado y futuro sigan en su desafío de cuál tiempo es mejor, vivamos el ahora que definitivamente es superior al ayer y al mañana.
Vivan y dejen vivir, hagan y dejen hacer, sean felices y dejen a los demás serlo. Mi infinito agradecimiento por contar con vosotros, el deseo eterno de felicidad acompañe vuestras vida, Dios les bendiga y ¡Pura Vida!
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